La Tola


El Payaso Vega
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Jaime Vega Salas

Hablar para los niños y jóvenes de ese tradicional barrio de La Tola, es hablar de uno de sus hijos, un toleño de corazón por ancestro y por derecho propio, un quiteño de cepa apodado el Payaso Vega por propios y extraños. Conocido por todos, por sus anécdotas y su relato cariñoso sobre personajes quiteños como: “la tamalera”, “el diablo ocioso”, “la torera”, “el sahumerio”, y muchos más. Es un quiteño que se conocía de memoria los nombres dados a las diferentes y más representativas calles de Quito como ”la cuesta del suspiro”. Así como también  de todos los rincones y salones donde los quiteños y los chagras afincados en la urbe, mataban las penas y aguzaban el ingenio con sus conversaciones, y mandándose entre pecho y espalda un traguito (el guagua montado). Pero en este punto, es bueno recalcar para nuestros niños y nuestra juventud, que ninguno de los toleños y demás quiteños de ese tiempo,  podían tomar y fumar, sólo con lo poco que les sobraba de su salario del trabajo duramente ganado para alimentar a su mujer y sus guaguas, y en algunos casos hasta la suegra que vivía de visita.

“¡Ay guagüitos toleños!, cuando pues, ver en ese tiempo jóvenes, casi niños bebiendo en las veredas, tirados en la calle, metidos en cantinas camufladas y de mala muerte… Esos niños y jóvenes no son nuestro Quito, no son nuestra Tola, no son lo que nos enseñaron nuestros mayores. Queridos niños y jóvenes toleños que van a ser quiénes conserven y trasmitan la historia del barrio de La Tola, donde estuvieron siempre las guambras más lindas, los mejores deportistas, músicos, compositores y hasta los mejores pata al suelo, defiendan esa identidad. Y yo, Marlene Vega, hablo en nombre de uno de los mejores deportistas, bohemio, radiodifusor, escritor, periodista; el mejor amiguero, el más querendón y más valeroso.

También les cuento que el Payaso Vega se quedó huérfano de padre a muy temprana edad y antes de que yo naciera, huérfano de madre. No tuvo hermanos, pero no se dejó vencer. Se formó solo, trabajó incansablemente y nunca descuidó sus obligaciones. A pesar de todo, lo que más supo dar es amor, amistad y respeto. Nunca minimizó a nadie. A todos les levantaba su auto estima con elogios, oportunos y merecidos. Niños y jóvenes, lo que quiero decirles es que se pueden poner apodos pero no groseros. Que sí se puede meter un buen trompón, pero solo en defensa propia y cuando le mencionen a la madre de uno.

Primero hay que hacernos hombres en base a los esfuerzos propios, a las experiencias adquiridas y a las enseñanzas sabias de nuestros mayores.

Se tiene que vivir de cara al sol, superándonos con o sin ayuda, sin buscar culpables ni en las personas, ni en las circunstancias. Nosotros tenemos que vencer el hambre, el frío, el insulto, las provocaciones. Tenemos que fijarnos una meta y alcanzarla a toda costa.  Solo ahí seremos grandes, con la fortaleza y grandeza que enaltece nuestro espíritu y proyecta nuestro nombre hacia la historia.

Relato por Marlene Vega


2 comentarios so far
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Don Jaime Vega Salas vivió una temporada en la casa de don Humberto Coronel, en la Concepción y cuando teniamos el honor de tenerlo en casa, pues resulto ser primo de mi tia Rosita Salas Ocaña, contaba sus cachos en un mano a mano con el Dr. Napoleón «Huevo» Salgado (otro personaje de La Tola) y su cacho cumbre era el de un pájaro por lo que tenia que acompañar con el gorjeo. Don Jaime era el que anunciaba la alineación de los equipos de futbol que jugaban los domingos en el estadio El Arbolito.

Comentarios por Juan Ocaña

El doctor Napito el eterno odontologo del dispensario N 3 tambien tocaba bien el acordeon y cantaba tangos.

Comentarios por fabiolapaz65@hotmail.com




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